La luna nos buscó desde la almena,
cantó la acequia, palpitó el olvido.
Mi corazón, intrépido y cautivo,
tendió las manos, fiel a tu cadena.
Qué sábanas de yerba y luna llena
envolvieron el acto decisivo.
Qué mediodía sudoroso y vivo
enjalbegó la noche de azucena.
Por las esquinas verdes del encuentro
las caricias, ansiosas, se perdían
como en una espesura, cuerpo adentro.
Dios y sus cosas nos reconocían.
De nuevo giró el mundo, y en su centro
dos bocas, una a una, se bebían.
Antonio Gala.
y yo te bebo a ti cada dia...
ResponderEliminarUN poeta...
ResponderEliminarliiiiindisimo tu blog...
ResponderEliminarme gusta...
un abrazo desde le mar de Málaga...
Que bonitas cadenas que tienen al corazon cautivo, preso de ese amor.
ResponderEliminarCon cariño
Mari